Para Ignacio Escuín Cardenal

Foto Ignacio Escuin.
Primer plano impactante en blanco y negro de un hombre adulto que parece que te acecha, señalando con el índice de la mano derecha, desenfocada, al espectador.
Sobre un fondo borroso, su cabeza, bien enfocada, te muestrea un hombre maduro con cara de salud, recién traspasada la barrera de los cincuenta. Esta es su descripción: frente despejada más de lo normal con restos del que antaño fuera una gran cabellera, manteniendo poblada la parte posterior con pelo, ya gris, bien peinado; orejas grandes ligeramente separadas en su parte superior; cejas gruesas todavía negras; ojos claros penetrantes; nariz grande y, más grande todavía, el poblado bigote canoso que esconde la boca, en la parte central de una barba, de tres dias sin afeitar.
Pero, lo que más destaca, es esa mano derecha desenfocada que señala con el índice, atemorizando, acusando, no se sabe por qué.

Esos ojos, esa mirada
y ese brazo levantado
señalando con la mano
-¿Qué señalas, primo?
-A ti, prima.
-¿A mí?
-Sí, porque me miras.
-Pero me asustas.
¿Acaso te he hecho daño?
-No te confundas:
mi postura es firme,
mi actitud sobria,
mi rostro serio,
mi mano... borrosa.
Pero has sido elegida
por contemplar la imagen 
de mi persona.
Ahora quédate aquí, sola,
y dime ¿por qué me miras
tan quieta tantas horas?
-Hago tiempo para no sentirme
acobardada.
-¿No exageras?
-¡Para nada!
-¡Jajaja! Hasta luego prima.
-Primo, ¡hasta mañana!
... Y me voy con una sonrisa en la cara

(febrero 2015)